Reseña del libro “La Escalada de Tucídides” de Vladimir Padrino López.

The New Confucian
6 min readFeb 22, 2021

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El libro de Vladimir Padrino López es imprescindible para los jóvenes militares e intersados en las relaciones internacionales que busquen una introducción a los desafíos que implica el desarrollo de China y su influencia internacional. Pero se debe advertir que un análisis más profundo es necesario si se quiere comprender el desarrollo pacífico de China y sus variables en su complejidad, y más aún, desde un punto de vista propiamente chino de las relaciones internacionales.

La Escalada de Tucídides describe unas condiciones bajo las cuales el escenario de la Trampa de Tucídides de Graham Allison -en alusión a la Guerra del Peloponeso documentada por Tucídides- tendría un desenlace inevitable de guerra mundial, con China y Estados Unidos como protagonistas. Dicha escalada toma lugar de 2021 a 2025. En el análisis de Allison, Esparta es el poder conservador del estatus quo, y Atenas la potencia emergente con un sistema de organización política innovador y en las fronteras del avance de la humanidad.

Siguiendo el análisis de Vladimir Padrino López, que se adhiere sin reservas al de Allison, la cuestión central es la inevitabilidad de la guerra entre China y Estados Unidos. Esta inevitabilidad corresponde con una tensión estructural, que se fundamenta en una rivalidad comercial y tecnológica, principalmente, y que conduce a una tensión militar cada vez mayor en lugares puntuales como el Estrecho de Taiwán, Asia Central, el Estrecho de Malaca, Corea del Norte y el Mar del Sur de China.

Resulta difícil en pocos párrafos resumir el libro, no obstante, aunque es un análisis fundamental para tener en cuenta aquellas personas interesadas en el tema, especialmente personal militar, el análisis de Padrino López para explicar esta tensión estructural resulta débil y superficial para entender las implicaciones del desarrollo de China sobre la geopolítica mundial y el sistema internacional vigente, quizás lo que más llama la atención es que no se busca entender lo que se piensa desde China. En una palabra, el análisis es eurocentrista y orientalista.

Graham Allison, comentando a Tucídides establece que los principales factores de inevitabilidad de guerra entre Esparta y Atenas fueron los intereses, el miedo y el honor. El primero, el interés nacional, entendiéndolo como la real-politik (de la que Tucídides se puede decir que es su primer exponente) se evidencia en la cuestión territorial y de alianzas, un concepto que no se traduce directamente a la política exterior china. No podemos confundir asociaciones estratégicas o el multi-bilateralismo de China con alianzas, China está sola. Lo está porque su política exterior vigila sus necesidades internas en primer, segundo y tercer lugar, y es el desarrollo compartido de su población y el ascenso de la calidad de vida e ingresos lo que genera los beneficios para otros Estados, y así seguirá siéndolo, sin que ello implique una falta de moral con los demás países, mientras el curso de las cosas y responsabilidades como actor de mayor peso continúen de la manera que están en respeto al derecho internacional y en la dirección de los esfuerzos a cumplir con los valores del sistema internacional vigente.

El segundo, el miedo, Tucídides lo describe como aquellos errores que pueden cometer las potencias (y analistas) al exagerar alguna amenaza o crear falsas expectativas que pueden conducir a la toma de riesgos sin una apreciación real de dichas amenazas, por ejemplo: sobredimensionar la Franja y la Ruta como un plan estratégico para dominar el mundo (o a través del Heartland y Rimland, dominar los mercados y con ello el mundo); o la conformación de un Eje del Dragón Euroasiático engullendo a Occidente, sin tomar en cuenta variables como la geopolítica regional de China, donde el sudeste asiático y la ASEAN no sólo son un factor importante de equilibrio (muy alejado de América Latina y el Caribe respecto a Estados Unidos), sino que se ha constituido en un sistema de interdependencia y seguridad colectiva que protege sus intereses tanto frente a China como a Estados Unidos, que evita una especie de Doctrina Monroe a la manera china, o una escalada como la Alemania de la primera guerra mundial en una Europa colonialista sin contrapesos ni interdependencia económica.

En cuanto al honor, puede entenderse en términos ideológicos, por ejemplo: la defensa de modelos de gobierno o sistemas políticos de organización de la sociedad y el sistema internacional, donde China reclama una reforma y un lugar importante en un orden mundial construido a sus espaldas (y a las del Sur Global). Por su parte, Estados Unidos se ve como artífice de dicho orden mundial y de llevar la democracia liberal y avances tecnológicos fundamentales para la globalización. Al respecto, Padrino López parece definir el interés nacional de China desde una perspectiva occidental, que no alcanza a dejarnos una imagen de por qué China plantea una política más asertiva de impulsar estándares tecnológicos o ahondar en la estrategia china de lograr sus objetivos, nos podemos preguntar ¿China es víctima de su propio éxito desarrollista? El análisis de Padrino López nos deja la sensación de que el interés nacional de China se formula bajo las mismas variables de Estados Unidos y que ambos compiten por lo mismo, sin analizar preferencias estratégicas, razones, pretensiones o el espíritu de los tiempos de China, en este sentido el libro es muy poco propositivo y no invita a la reflexión. Padrino López parece ser hijo de su propio tiempo y el análisis queda encerrado en una visión occidental no abierta a otras facetas del realismo político que se discuten en China, que por ejemplo, toman en cuenta lo moral.

Al analizar la política exterior de China desde una perspectiva realista de las relaciones internacionales, como la que propone la Trampa de Tucídides y la Escalada de Tucídides, se hacen importantes simplificaciones que llevan a conclusiones fatalistas, como la inevitabilidad de una guerra mundial. El análisis en el libro de Padrino López es orientalista al pensar el interés nacional de China como producto de una contraposición con el de Estados Unidos y Europa, adjudica a China un interés nacional que es pensado en forma occidentalocéntrica. La formulación del interés nacional sobre una aproximación deontológica kantiana es característica del pensamiento occidental -es decir, formular el interés nacional de acuerdo a un marco moral y de valores que dictan una acción, para ponerlo en una palabra: en Occidente es aceptable, en principio, una política exterior preñada de buenas intenciones, aunque el desenlace o los efectos de dicha política exterior no sean los esperados, o incluso catastróficos (como llevar la democracia a otros países para “mejorar” los sistemas de gobierno y calidad de vida de sus habitantes)- y su evaluación acerca de si es moralmente correcta o aceptable se hace en relación a la intencionalidad, no a los resultados. Es por esta razón que la Franja y la Ruta es vista como una amenaza, alimentada por la mala imagen construida sobre China.

En contraste, en el caso chino, la acción exterior y la formulación del interés nacional se hacen sobre una base de responsabilidad ética (Yan Xuetong), concepto desarrollado por Max Weber, que básicamente es evaluar la moralidad de una acción en cuanto a las consecuencias que esta pueda generar, es decir, es consecuencialista, tanto para los negocios como para la diplomacia pública. Curiosamente, ese consecuencialismo siendo el mismo que, según Weber, negó la posibilidad del capitalismo en Asia por las formas de organización política despótica, y el estancamiento e inmovilismo de sociedades tradicionales, en contraste a la ética del protestantismo en Europa y Estados Unidos. Es a partir de este último razonamiento que podemos entender aspectos de la política exterior de China en cuanto al win-win, adherirse al derecho internacional para generar credibilidad estratégica, apostar por políticas contra el cambio climático (ahora llamado autoritarismo ambientalista), diplomacia financiera a largo plazo, etc. En este sentido, hubiese sido mejor que Padrino López intentase explicar, desde su posición privilegiada, preguntas como ¿por qué China lleva las cuestiones al terreno de lo moral? Según Yan Xuetong, se trata de una cuestión de elección estratégica el cómo llevar a cabo una acción exterior de acuerdo con el interés nacional, y no la base de la formulación de dicho interés nacional -de ser lo moral la base para formular la acción exterior no sería un enfoque realista, sino una auténtica cruzada. Entonces, si el interés nacional de China está formulado de acuerdo con sus capacidades (de alcance tecnológico, como puede ser la formulación de estándares, 5G, inteligencia artificial y cadenas de agregación de valor), y la forma de accionar es mediante de un marco realista/moral aceptado en el sistema internacional actual ¿estamos haciendo la lectura correcta de las intenciones de China o está Padrino López sin más deslizando la idea de que China es, como aseguran analistas occidentales, un neocolonialismo que busca mercados y replicar sistemas de dominación moderno/coloniales?

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